La crisis del coronavirus anticipa nuevos cambios en la industria mundial. El estallido del brote en China el pasado diciembre y su rápida propagación han puesto de manifiesto la fragilidad de un «dragón» que parecía invencible y los peligros que suponen para las empresas trasladar la producción a localizaciones muy alejadas geográficamente. Los problemas en las cadenas de suministro provocados por la pandemia del Covid-19, con las consiguientes pérdidas para las compañías que dependen del gigante asiático, han provocado que las multinacionales se cuestionen, más que nunca, su presencia en el país.

La gran fábrica del mundo pierde fuelle. La luz que antaño la aupó como destino por excelencia de las deslocalizaciones hoy se apaga en medio de un escenario excepcional que nadie esperaba y que mantiene en vilo a las economías de todo el planeta. Así las cosas, firmas que en el pasado llevaron sus plantas a ese continente se plantean realizar el trayecto a la inversa y retornar a tierras más próximas para blindarse ante futuras disrupciones, tanto sanitarias como bélicas o causadas por catástrofes naturales.

«Habrá una reflexión profunda sobre la vulnerabilidad estratégica vinculada a tener cadenas de suministro globales y ser muy dependiente de un solo proveedor, como le pasa a muchas empresas con China», tal y como advierte Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de Economía en la Universidad Autónoma de Madrid.Firmas que llevaron sus plantas a China se plantean retornar a tierras más próximas para evitar futuras disrupciones

Los expertos coinciden en que a corto plazo el impacto del «cisne negro» del coronavirus es incuestionable. De hecho, el 59% de las empresas de la Unión Europea con presencia en China declaran haber registrado un impacto elevado de la enfermedad y la mitad prevén una caída de sus ventas superior al 10% en el primer semestre de 2020, según revela una encuesta de la Cámara de Comercio de la UE en China y la Cámara Alemana de Comercio en China, realizada entre el 18 y 21 de febrero. Pero en el medio-largo plazo la irrupción del Covid-19 marcará igualmente un punto de inflexión y empujará a que las multinacionales se replanteen su estrategia de producir fuera de su país de origen.

«El coronavirus va a hacer que las empresas perciban con mucha más fuerza el riesgo que supone depender para sus suministros de fábricas que están muy lejos», asegura Enrique Fanjul, socio de la consultora de comercio exterior Iberglobal. Las consecuencias de este cambio de mentalidad serán claras. «Esto va a influir en que muchas compañías aceleren sus procesos de mover al país de origen parte de los procesos de producción o bien acercarlos más», asegura Antonio Bonet, presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles.

Proximidad

¿Y cuáles podrían ser esos nuevos destinos? En el caso de las marcas españolas, el norte de África y, en especial, Marruecos. «Si queremos aprovechar la ventaja de mano de obra barata y la proximidad geográfica, Marruecos es muy idóneo. A eso hay que añadir que es un país muy estable, que está teniendo un crecimiento económico importante. Países de Europa del Este también pueden ser candidatos para establecer fábricas directamente o contratar con suministradores de allí», sostiene Fanjul.

Si bien es cierto que las fuentes consultadas convienen en que el coronavirus acelerará la tendencia, el fenómeno de la relocalización (también conocido como «reshoring») ya estaba en marcha desde hace tiempo.

Si en los años 80, 90 y 2000 la globalización permitió que las industrias de los países desarrollados llevasen su proceso productivo total o parcial a países lejanos en busca de mano de obra barata, en la actualidad las tornas han cambiado. Desde 2014 hasta 2018 un total de 247 empresas europeas regresaron a sus raíces, según el European Reshoring Monitor. La mayoría de los casos corresponden a Reino Unido (44), Italia (39) y Francia (36). En España se contabilizaron 12 casos, lo que supone un 4,74% del total –al ser una economía muy basada en servicios no ha tenido tantas deslocalizaciones– con ejemplos como el de Mango, Orbea, integrada en Mondragón Corporación, o el de Muñecas Arias.

«Los primeros casos de reshoring suceden alrededor del 2010, principalmente en Estados Unidos y Europa. Se forma el cóctel perfecto: los salarios en China van aumentando, hay una apreciación del yuan por la entrada del país en la Organización Mundial del Comercio y el mercado de origen empieza a ser más productivo por la implementación de las tecnologías que están bajo el paraguas de la inteligencia artificial, con lo cual deja de tener sentido producir a tanta distancia», señala Marcelo Leporati, profesor de EAE Business School y autor del estudio «Made in Spain. ¿Otra vez?», que advierte, eso sí, de que esto no significa que estemos ante a la desaparición total de la deslocalización («offshoring» en la jerga), puesto que «hay sitios donde no queda otra que ir porque concentran todos los recursos, conocimientos, tecnologías e infraestructuras para producir ciertos bienes».

Mano de obra cualificada

La desaceleración económica y el ascenso del proteccionismo son otros factores que, como recuerda Fanjul, de Iberglobal, han propiciado que en los últimos años las compañías emprendan el viaje de vuelta a casa o a países vecinos. Y es que la producción de proximidad gana peso. «Hay un ejemplo muy claro en el sector de la moda. La tendencia es ir sacando al mercado colecciones nuevas con mucha rapidez, lo que significa que las series de producción tienen que ser muy cortas, con lo cual no compensa llevarse la producción muy lejos», defiende Bonet.

En cuanto a creación de empleo, el estudio elaborado por Leporati, que bebe de la base de datos de European Reshoring Monitor, desvela que solo un 10% de los trabajos perdidos en manufactura en la UE entre 2003 y 2016 se debieron a la deslocalización, mientras que el fenómeno inverso generó 9.267 puestos (el 1% en nuestro país), una cifra que en EE.UU. asciende hasta los 19.581 empleos. «Se destruyen trabajos muy poco cualificados en detrimento de mano de obra mucho más formada y especializada en nuevas tecnologías», subraya.

«Contar con el Certificado de Producto de Origen Español es un motivo de confianza y un valor añadido»

Muñecas Arias, empresa familiar fundada en 1974, tiene claro que el «made in Spain» gusta. En torno al 2000, la firma, como tantas otras en aquella época, trasladó algunas líneas de producción a China. Sin embargo, después regresó a España por «el valor añadido que le da al producto, la confianza del cliente, la calidad y la proximidad», tal y como explican a ABC desde la compañía. «Mantenemos alguna línea allí, pero es lo mínimo. La muñeca se hace 100% en La Foia de Castalla (Alicante). El Certificado de Producto de Origen Español es un motivo de confianza y un valor añadido», aseguran.

Fuente: ABC.es

Ir al contenido